
Esto es así porque el porcentaje de ingresos que esos menores de 30 años deben destinar para acceder a una vivienda supera el 30% recomendable. En el caso de los asalariados en solitario es sangrante: el alquiler se come un 88,8% de sus ingresos y la compra un 61%.
La radiografía es deprimente. Los bajos salarios, la precariedad laboral y los elevados precios de la vivienda están dejando fuera, si no lo han conseguido ya, a este colectivo, cada vez más vulnerable. "El acceso a la vivienda es una quimera para los jóvenes", reconocía esta semana el ministro de Fomento, José Luis Ábalos. (klik egin-ver más)
Sandra López Letón, en El País