domingo, 25 de diciembre de 2016

VISIONES Y REALIDADES

Nos alecciona el eterno presidente de la Cámara de Comercio, Javier Taberna, sobre sus preocupaciones por la creciente tensión en Navarra que está afectando a la convivencia. Lo que no aclara este visionario, que ya predijo sin éxito alguno la huida de miles de empresas tras la reforma fiscal aprobada por el Gobierno de Barkos, es si ese deterioro de la convivencia se refiere a su entorno político más cercano, el de las derechas de toda la vida. Porque cualquier observador objetivo que se pase por Navarra, o se haya pasado estos últimos meses, difícilmente podrá percibir ese lugar caótico al que parece referirse Taberna. La realidad es tozuda y su tozudez desmiente a Taberna. En Navarra, la única tensión política es la que emana de una estrategia de oposición empeñada en desestabilizar el cambio político echando mano de todo tipo de asuntos para impulsar la agitación política. Y también para intentar que se olviden los despropósitos que protagonizaron antes, cuando no de responsabilizar de los mismos a los partidos del cambio político, como hizo la concejala Ana Elizalde, culpabilizándoles de que la chapuza del Pabellón Reyno Arena siga cerrada y costando decenas de miles de euros cada año a las arcas públicas. Y sin ponerse ni un poco colorada. Queda todavía por arreglar mucho de lo que dejaron roto en Navarra.
Joseba Santamaría, en Diario de Noticias

EL PSN SE QUEDA EN LOS GESTOS

Repite María Chivite que el Gobierno de Navarra “no gobierna, sino que simplemente ejecuta lo que el cuatripartito le dice”. ¿Acaso ha conocido la líder del PSN alguna experiencia, en democracia parlamentaria, en la que haya un gobierno que no dependa de las formaciones que lo han votado? Efectivamente este Gobierno tiene la obligación y el compromiso de desarrollar el profundo acuerdo programático firmado antes de la investidura. ¡Faltaría más! No hacerlo sería tan desleal como temerario, ya que correría el riesgo de quedarse en minoría. Bien distinto es que el PSN, por voluntad propia, no participe del cambio. Así como en 2011 a los socialistas les faltó tiempo para acordar con Barcina una castaña de gobierno que duró menos de un año, cuando en 2015 había votos para configurar una alternativa al regionalismo, el PSN no quiso participar. Ni lo intentó entonces, ni ahora se le espera. Es cierto que se abstuvo en la investidura de Barkos, en lo que fue un gesto muy bien recibido por el Ejecutivo foral. Pero el PSN ahí sigue, en los gestos. El último fue no registrar una enmienda a la totalidad a los Presupuestos para 2017 porque en su estructura observaba avances. Pero luego se descolgó con la presentación de 125 enmiendas parciales por valor de 63 millones sabiendo que el cuatripartito solo disponía de ocho para modificar las Cuentas Públicas. Lógicamente, sus propuestas no han prosperado y su voto, qué casualidad, ha vuelto a ser coincidente con la derecha. Como también lo fue en la ley de Renta Garantizada, en la que regula el Plan de Inversiones Locales, en los Presupuestos de 2016, etc. Esta es la realidad de un partido que sigue sin romper con la derecha, esa que si hoy alberga la esperanza de volver algún día al Palacio es porque está convencida de que si la gobernabilidad queda en manos del PSN, le dará la vara de mando a UPN. Como sucedió en 1996, en 1999, en 2007 y en 2011, las cuatro últimas veces en las que los socialistas buscaron un argumento para que no hubiera cambio y terminaron por encontrarlo.
Javier Encinas, en Diario de Noticias