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miércoles, 25 de junio de 2014

ME CAGO EN PÉREZ REVERTE: ¡VIVAN LAS BRIGADAS INTERNACIONALES!

Siempre he considerado a Arturo Pérez-Reverte un macarra envalentonado por el éxito de su mediocre literatura. En una época que impide permanecer al margen de la historia, sin convertirse en cómplice de la ofensiva neoliberal contra los derechos y libertades de los ciudadanos, no está de más recordar su deleznable artículo “La guerra que todos perdimos” (19-04-11), donde mete en el mismo saco al “mono azul de miliciano, la boina de requeté o la camisa azul de Falange”. Pérez-Reverte tampoco establece distinciones entre los voluntarios de las Brigadas Internacionales y los voluntarios de la Italia fascista o la Alemania nazi. Todos eran “hijos de puta que ni siquiera sabían hablar en castellano y vinieron aquí a mojar en la sangre y en la muerte que solo era de nuestra incumbencia, sin que a ellos les hubiera dado nadie maldita vela en nuestro entierro”. Al releer esta miserable frase, he recordado el homenaje de Luis Cernuda a los brigadistas en su hermoso poema “1936”: “Gracias, compañero, gracias / por el ejemplo. Gracias por que me dices / que el hombre es noble. / Nada importa que tan pocos lo sean: / uno, uno tan solo basta / como testigo irrefutable / de toda la nobleza humana”. (klik egin-ver más)
rafaelnarbona.es

martes, 11 de noviembre de 2008

SAM LESSER, UN BRIGADISTA SIN PASAPORTE


La primera vez que Samuel Lesser intervino en un combate fue en la Ciudad Universitaria de Madrid. Fue en noviembre de 1936, cuando las tropas franquistas se disponían a conquistar la ciudad. Había llegado poco antes en una de las Brigadas Internacionales que se desplazaron desde Albacete, donde tenían su cuartel general. "Nos bajamos del tren en la estación del Norte, luego desfilamos por la Gran Vía despertando grandes entusiasmos y, sin darnos cuenta, estábamos de pronto metidos en la Facultad de Filosofía y Letras con la orden de resistir".

El brigadista inglés quiere lograr a sus 93 años el pasaporte español
Ahora Sam Lesser tiene 93 años y pasa por Madrid para participar en un documental de Canal de Historia sobre la participación extranjera en la Guerra Civil. Tomamos un té, porque es lo que toca cuando están a punto de dar las cinco. No quiso aceptar la invitación a almorzar. Tenía demasiadas cosas que contar, eso dijo, y se pierde mucho tiempo si al mismo tiempo hay que dedicarse a comer. El té, de hecho, casi ni lo toca, y el pastel va a quedar intacto como testigo mudo de las múltiples andanzas de este hombre.
"Durante una de las noches era tal el silencio en la Ciudad Universitaria que nuestro jefe nos pidió a tres de nosotros que exploráramos los alrededores para saber qué pasaba. Salimos con extrema cautela y, cerca del hospital Clínico, encontramos a tres combatientes de una unidad anarquista que bebían vino a la intemperie. '¿Y los demás?', les preguntamos. 'Se han ido al cine', contestaron. Quisieron tranquilizarnos: 'Si hay follón están de vuelta en un instante".
Así se hacía la guerra en aquellos días, recuerda Lesser. "Casi no teníamos armas y cualquier experiencia previa no servía de nada. No pude sacarle ningún partido a lo que había aprendido en unos cursos voluntarios para formación de oficiales que ofrecía el Ejército británico. Me acuerdo muy bien de aquella facultad. Era nueva y lo primero que tuvimos que hacer fue abrir boquetes en las paredes para poder defendernos. Sonó una explosión y, cuando levanté la cabeza, vi a uno de los nuestros con la cara llena de sangre. Sólo era un rasguño". Hay imágenes que el tiempo es incapaz de borrar. "Había dos carteles allí. Uno decía: 'Spain, the charm of the East and the comfort of the West', y el otro: 'The sun is waiting for you in Spain".
El viaje de Lesser a España, sin embargo, no había sido motivado por ninguno de los dos reclamos. No vino a buscar el sol, ni tampoco el encanto oriental, ni las comodidades occidentales que ofrecían aquellos anuncios. Vino a pelear contra el fascismo.
No dijo nada a sus padres cuando decidió enrolarse como voluntario. "Eran judíos y polacos, y se instalaron en Londres cuando fueron expulsados de su país". Quizá por eso Sam Lesser fue particularmente sensible a las bravuconerías de los camisas negras, la organización inglesa que defendía el radicalismo antisemita de Hitler, y se apuntó a la sección juvenil del Partido Comunista. En 1936 renunció al viaje a El Cairo que había planificado para profundizar en sus estudios de egiptología y terminó en París. Cruzó la frontera. Al rato ya estaba peleando en Madrid. En España conoció a la que se convirtió en su esposa; también lo hirieron. Siguió luchando, pero como periodista. Y como tal asistió a finales de 1938 a la despedida de las Brigadas Internacionales. Todavía se emociona. Todavía reclama que, como le ha prometido una ley, pronto pueda ser también español.

José Andrés Rojo, en El País