
Oigo como gimen de dolor los corzos, los jabalíes, y toda la fauna menor del Buskil y Baldetina. Siento como crujen de dolor las encinas y quejigos que durante cientos de años habían oxigenado los glóbulos rojos de muchas generaciones de humanos. Árboles que nos habían dado el placer de compartir sensaciones, sentir su energía y cobijo ayudándonos a cubrir necesidades y superar nuestras debilidades. (klik egin-ver más)
Mauricio Olite Tafalla a 26 de agosto de 2016