
Un sudor frío recorre Valladolid. La emblemática
FASA,principal agente del éxodo rural desde los cincuenta de Tierra de Campos hacia la capital del Pisuerga y de la conversión de ésta en una ciudad próspera y moderna, puede cerrarse en poco tiempo. No habría que contar únicamente la pérdida de puestos directos, porque alrededor se mueven muchas empresas satélite, que también desaparecerán irremisiblemente. Puede que el anuncio de cierre y traslado de la producción a Eslovenia sea un chantaje previo a la negociación del convenio colectivo para forzar un imperativo pacto social, pero se teme que la Renault haya tomado ya una decisión firme en busca de menores costes salariales, condiciones más flexibles y legislaciones más favorables en cuestiones medioambientales y de seguridad laboral.
Al fin y al cabo, lo que les interesa a las multinacionales es la cuenta de resultados. El bien de las comunidades, la generación de puestos de trabajo estables o la consolidación de los mercados locales les importa un carajo. La industria tal como se viene se va, en busca de mercados más favorables.
¿Qué se puede hacer frente a este auténtico delito social que suponen las deslocalizaciones? Quizás únicamente esperar que nuevas empresas subvencionadas con dinero público se instalen en la zona para crear un nuevo empleo, precario y escaso? Algo más se podía hacer como consumidores, dejar de comprar Renault. Pero ni siquiera a eso alcanza la conciencia efectiva. Heineken cerró su planta de Arano y no creo que sean muchos, ni siquiera en la zona, los que hayan decidido cambiar por eso de cerveza.
Praxku