miércoles, 26 de enero de 2022

LA POLÍTICA DEL NACIONALISMO ESPAÑOL


     Parece claro que, desde hace años, España atraviesa un cambio cultural importante. La manera de entender la nación española y de sentirse español es distinta a la de las dos primeras décadas de democracia. Los indicios de este cambio están por todas partes. Es difícil ordenarlos o presentarlos sistemáticamente. Tampoco es sencillo reconstruir su génesis y evolución.

     Baste observar la proliferación de enseñas nacionales en pulseras, prendas de ropa, mascarillas, collares de perro y balcones; el éxito de novelas históricas y libros de historia sobre el Imperio español y las grandes gestas protagonizadas por españoles a lo largo de los siglos; o la fijación con la Leyenda Negra y el empeño en derrotarla. Ha vuelto, con ropajes nuevos, la idea de que los extranjeros no nos entienden o incluso tienen un prejuicio contra nosotros. El referente originario de la nación española ya no es la Transición, la Guerra de Independencia o las Cortes de Cádiz; ha retrocedido a un pasado más lejano, al Imperio, a Hernán Cortés o a Blas de Lezo. Por eso Pablo Casado dijo aquello de que la Hispanidad “es probablemente la etapa más brillante, no de España, sino del hombre, junto con el Imperio romano” e Isabel Díaz Ayuso afirmó, en crítica abierta a las palabras de el Papa, que el legado de España consistió en “llevar precisamente el español, y a través de las misiones, el catolicismo y, por tanto, la civilización y la libertad al continente americano”. Hay también una reivindicación orgullosa del casticismo español, de nuestras tradiciones y nuestra manera de vivir, que se ven amenazadas por los nacionalismos periféricos y por unas izquierdas que se avergüenzan de ser españolas. Lo español se asocia a una autenticidad vital, frente a una izquierda que quiere cambiar nuestras costumbres (ya sea mediante el lenguaje inclusivo, la dieta sostenible o la defensa de los animales).  (klik egin-ver más)

Ignacio Sánchez-Cuenca, catedrático de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. (en El País)

VENTAJISMO



       Pues nada, Pamplona ya tiene una Plaza de la Constitución. Teníamos calles de reyes, de reinas, de papasderoma, del ejército –en general, es el único colectivo gremial del callejero–, de militares y ahora tenemos por obra y gracia de un alcalde de UPN una Plaza de la Constitución, un conjunto de artículos aprobados hace 43 años que no habrá leído el 5% de la población, siendo generosos. Ya dijo en su día el alcalde de la ciudad que ponía ese nombre porque creía que estaba siendo atacada políticamente desde varios ámbitos, con lo cual, abierta la veda de poner nombres de calles a lo que el alcalde de turno considere que está siendo atacado –creía yo que en política, en sociedad, defender la validez o invalidez de algo es natural y algo tan legítimo como democrático– lo mismo pasado mañana tenemos la Avenida Macrogranjas o la Calle Estado Católico y Confesional o lo que el munícipe vaya considerando según su parecer y creencias, tan recias y firmes. Ya tenemos, en definitiva, un lugar en el callejero de la ciudad como otras tantas ciudades de España, algo que a nuestro alcalde le satisface y le reconforta, incluso aunque haya tenido que sacar del callejero un nombre oficial que ya estaba siendo utilizado hace mucho: plaza del Baluarte. Lo de menos posiblemente sea que el nombre elegido fuese Constitución, Carta Magna, Espíritu del 78 o Chanclazo Football Team el que se le ha endiñado a la plaza porque se le ha puesto ahí a Maya. Lo preocupante es la propia idea, el fondo, la motivación, el impulso y si me apuran hasta la chiquillería: como hay gente a la que no le gusta, yo utilizo la ciudad a mi antojo para reafirmar lo que a mí me gusta. No se trata ya de eliminar del callejero nombres que legalmente no tienen que estar ahí, es usarlo para ir moldeando el nomenclátor de la ciudad a tu antojo, puro ventajismo político –y además reconocido así por el propio alcalde–.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias

DOS PIEDRAS EN LA GARIPOSA


     Un encuentro casual hace un par de semanas con un cazador y conocedor del término me proporcionó una información valiosa. En el alto de la Gariposa, cerca del desaparecido corral, hay una piedra con una inscripciones y la firma de un viejo conocido nuestro. 

    Las abundantes lluvias de hace quince días y una excusión montañera aplazada desde hace mucho tiempo nos han impedido visitar la zona hasta ahora.

     Hoy lo vamos a hacer. Son las 08:30 horas. Estamos junto al cartel del recorrido SL-NA 179 cerca del Centro de Salud.   (klik egin-ver más)

Tafalla a Pie


UNA FAMILIA IRREAL

 


           Hay personas que se casan como príncesas o príncipes y se divorcian como el resto de la gente. Hay familias que son tan idílicas que resultan irreales y familias reales que no son nada idílicas. Aquí nos ha tocado una familia real bastante irreal, más propia de una película o una serie que de la vida misma, sobre todo para quienes defendemos una vida sin esa institución. En ella hay de casi todo, pero sobre todo hay desamor, solo una de las parejas se mantiene, quien sabe cómo ni hasta cuándo. El rey y la reina siguen la partida, saltando al tablero como la pareja real que tiene que demostrar credibilidad en ese mundo de farsas y medias verdades donde a las cosas nunca se les llama por su nombre. Ni cuando uno entra en la cárcel, ni cuando tienen amantes, ni cuando se llevan el dinero a cuentas en Suiza, ni cuando se fugan para evadir el fisco, ni cuando se separan, porque al divorcio le llaman "cese temporal" o "interrupción de su relación". Están acostumbrados a moverse en esa delicada línea de palabras siempre correctas, donde todo acaba sonando bien. Pero ya hace tiempo que es difícil tapar el ruido por mucha música de fondo que le pongan. Van camino de acabar como en la película Familia, de Fernando León de Aranoa, con una familia de alquiler, con actores que den vida a quienes un día fueron reales y hoy ya no lo son.

Alicia Ezker, en Diario de Noticias