
Este monstruo lechero, según los técnicos de COAG, con sus 20.000 vacas podría llegar a producir un total de 179.740.000 litros de leche al año que vendrían a sustituir a 432 explotaciones de su entorno (un tercio del total de explotaciones de Castilla y León) o, lo que es lo mismo, a destruir 726 puestos de trabajo directos en el medio rural. Asimismo, consumiría entre 4 y 6,35 millones de litros de agua al día, incluyendo usos directos (para beber) e indirectos (limpieza de la explotación, sistemas de ordeño, etc.), cantidad que puede llegar a superar al consumo de toda la población de la ciudad de Soria. Además, produciría unas 368.000 toneladas de excrementos al año, el equivalente a una población de unos 4,4 millones de personas, casi el doble de residuos orgánicos que toda la población de Castilla y León.
Como verán, se mire por donde se mire, esta megagranja pone los pelos de punta a todo aquel que tenga una mínima sensibilidad rural, medioambiental y agraria pero, tal y como decía yo en un artículo hace unos meses, el fracaso de este proyecto no vendrá por una reconsideración empresarial de sus impulsores sino que vendrá a consecuencia de un fuerte rechazo social que se debería plasmar en la protesta de las personas consumidoras ante las industrias lácteas y las cadenas de distribución que, finalmente, comprarán, transformarán y comercializarán los productos elaborados con esa leche maldita.
Una vez más, señor lector-consumidor, tengo que recordarle que cada vez que usted estira el brazo y ejecuta una opción de compra, sea lo que sea, al mismo tiempo, está ejecutando política agraria. ¡No lo olvide, por favor!
Xabier Iraola, en Noticias de Gipuzkoa