
En 1982, tras la invasión del Líbano y las matanzas de Sabra y Chatila, el escritor israelí Amos Oz entrevistó al general Ariel Sharon, luego primer ministro, pendiente entonces de una investigación oficial como ex responsable del Ministerio de Defensa. A lo largo de esa entrevista, un iracundo y sincerísimo Sharon asume sin complejos su condición de “
judeo-nazi” y declara su disposición a hacer “
el trabajo sucio” a fin de que Israel sea un país “
normal”, con su pequeño “
certificado de penales”, como Francia o Alemania, a los que sus pasados coloniales y genocidas no impiden ser ahora paladines de los derechos humanos, o como EEUU, que exterminó a todos los indígenas y hoy es campeón de la democracia.
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Santiago Alba Rico, en Público