
Aunque lo he pensado a menudo, no alcanzo a imaginar cómo habría transcurrido mi vida si no me hubieran matriculado en el modelo D. Es imposible averiguarlo, obviamente, pero seguro que no hubiera conocido a la mayoría de mis amigos, tal vez frecuentaría otros lugares y quién sabe si me hubiera decantado por el periodismo.
No digo que mi vida en ese caso hubiera sido ni mejor ni peor, pero sí muy diferente. Las anteriormente citadas, lo sé, son simples circunstancias personales. Más allá de esas circunstancias, la verdadera grandeza del euskara –ojo, como la de cualquier otro idioma– es abrir una ventana a un nuevo mundo que nos ayuda a ser un poquito mejores. (klik egin-ver más)
Rubén Pascual, en GARA