El acalorado debate producido ayer en el pleno de Tafalla en torno a la moción presentada por NaBai para que fuesen las tres peñas tafallesas las encargadas de lanzar el cohete de las fiestas, acabó, tras una caprichosa conjunción de causas con un resultado que distorsiona la voluntad municipal mayoritaria. Faltó uno de los dos concejales elegidos por la lista de ANV. Uno de los del PSN desoyó el mandato de la agrupación socialista tafallesa de apoyar la propuesta en un acto de indisciplina expresa inimaginable en otras situaciones en las que el sentido del voto coincide con UPN. Por último, los ediles de Iniciativa por Tafalla, a pesar de apreciar que la actitud de la alcaldesa constituía un acto de sectarismo, se emplearon contra la alternativa propuesta con calor digno de mejor causa, para acabar absteniéndose. En definitiva, rechazo de la propuesta por seis votos contra siete, con lo que Cristina Sota lanzará el chupinazo no sólo porque es facultad suya decidir quién lo hace, sino con el espaldarazo de la decisión de la Corporación, legitimando así en cierta manera lo que no es sino una arrogante demostración de desprecio al pluralismo y un acto de discriminación ideológica.
En Tafalla, ciudad de mayoría social progresista, gobierna la derecha porque hace tres años también pudo beneficiarse de dos causas: la exagerada dispersión de la oferta electoral de la izquierda que arrojó cientos de votos a la papelera, y la política de aislamiento de la izquierda abertzale. Se podría dar por bien empleado si este episodio de ayer, uno más de esa historia de distorsión de la voluntad popular que dura toda la legislatura, sirviese para sacar las conclusiones oportunas.
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