El diputado de UPN Carlos Salvador, asiduo, al igual que Barcina, a las tertulias de César Vidal, Luis Herrero, Jiménez Losantos y lo más granado de la ultraderecha, ejerce de columnista de Libertad Digital, desde donde recurre en su artículo de ayer a Tafalla, "manicomio político", según su expresión, para azuzar el miedo a la moción de censura. Lo hace en nombre de los que defienden la libertad frente a la "fauna filoetarra", apartado en el que de tanto meter gente, no se sabe muy bien si no acaban implicados hasta Geroa Bai -los de la "sonrisa cómplice", o Amanda Acedo y Ángel Solchaga, por haberse distanciado en 2011 del pacto de gobierno UPN-PSN.
Salvador, portavoz en el Congreso de la inquisición contra el profesorado navarro, el mismo que pretendía obligar a ver previamente la ecografía a las mujeres que opten por la interrupción del embarazo, el que votó varias veces a favor de su bolsillo y en contra de la supresión de las ventajas fiscales a las SICAV, nunca hubiese querido que UPN tuviera necesidad de una abstención negociada de Bildu para aprobar unos presupuestos municipales. No le gusta cómo es Tafalla, en definitiva. ¿A quién puede sorprender que sean refractarios a la pluralidad estos legitimadores de la figura del Conde de Rodezno?
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