Alguien al que le escriben que seguirá "dedicando todas sus fuerzas a la fascinante tarea de seguir sirviendo a todos los españoles" y luego lo lee es un individuo peligroso, especialmente si al poco dice que hay que anteponer el bien común a los intereses particulares. Esto lo larga alguien que jamás se ha levantado a las cinco para coger un autobús e ir a trabajar, ni sellado el paro, ni hecho una entrevista de trabajo, ni ha sido despedido, ni faltado un euro en el bolsillo, que se ha ido de vacaciones -con perdón- todas las veces que le ha dado la gana, que no sabe qué es la incertidumbre laboral, ni personal, ni vital, ni de ninguna clase más allá de sus anhelos personales, que no es otra cosa que ser rey desde que nació, algo que debería ser considerado una enfermedad mental. Querer ser rey es una tara mental. Que los haya es una enfermedad social, una lacra, un vestigio de la caverna, como la esclavitud. No se puede respetar a alguien así, porque solo se puede respetar a quien juega con las mismas reglas que tú y que todos. No se puede. No es una cuestión de diálogo o posibilismo o nada. Dialogar solo se puede dialogar con quien está en tu mismo plano. Y lo mismo respetarle. Alguien que desea desde que nace ser más que tú por estas cosas de la idiotez humana que llevamos heredando desde hace siglos no te está mostrando ningún respeto: es más, te falta al respeto constantemente, con su simple existencia. Aburren y cansan los mensajes buenistas de "hay que ser respetuosos, dialogar, valorar lo hecho". Una mañana de junio de 2014 el que estaba dijo que se lo dejaba al hijo y si nadie lo remedia y no tiene pinta vamos a tener que seguir viviendo muchos años en este país con este anacronismo que al menos a mí me insulta como persona y me saca de mis casillas como casi ninguna cosa. ¡Qué respeto ni qué cojones! Que nos respeten ellos.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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