
La otra nota discordante son las cámaras de televisión persiguiendo a vecinos para buscar retales de la historia. La mayoría les rehuyen o rechazan declarar, salvo una anciana con un bastón que explica que la casa llena de perdigonazos marcados por la policía con plastiquitos amarillos es la suya. No sabe gran cosa. Ya vive en la residencia. Las teles, que toman planos de la calle y de la infravivienda en la que vivían Amparo y Julio, la pareja que al parecer motivó la disputa familiar que acabó a tiros, no necesitan mucho más. (klik egin-ver más)
Aritz Intxusta, en GARA
No hay comentarios:
Publicar un comentario