Dando por descontado que la derecha gobernará en Andalucía, la exigencia de Vox de derogar las leyes de violencia de género como condición a su apoyo a la investidura del candidato del PP sólo puede entenderse como una maniobra propagandística que, por el momento, está consiguiendo el resultado esperado. Todos los focos apuntan hacia Abascal y su Twitter, todos los medios le dedican sus titulares y todo el mundo habla de esa extrema derecha que de tonta no tiene un pelo.
El objetivo último no es, por tanto, cambiar lo que ni siquiera está en la mano de sus socios sino retratarles y, de paso, presentarse como la fuerza imprescindible sobre la que debe pivotar cualquier acuerdo, ya sea al sur de Despeñaperros o en el conjunto de España. Da igual que la pretensión sea inviable además de repugnante, porque de lo que se trata es de demostrar que la sartén sólo tiene un mango que está en su mano, al igual que ciertas partes pudendas de sus futuros coaligados en grave riesgo de estrangulamiento. (klik egin-ver más)
Juan Carlos Escudier, en Público
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