
Calvo sí que consideró, sin embargo, que Navarra Suma, la plataforma formada por UPN, PP y Ciudadanos, «es un muro contra el progreso de Navarra». También consideró que es «una suerte» tener a todas las derechas unidas, «porque están todos ordenaditos».
Algo que luego el discurso de la secretaria general del PSN, María Chivite, echó parcialmente a tierra, pues sigue sin meter a UPN en el mismo paquete que a la derecha estatal. De ahí que ayer interpelase directamente al partido de Javier Esparza a aclarar si se «ha sumado» a las propuestas «involucionistas de PP y Ciudadanos en recortes de derechos en materia de igualdad». «Yo quiero que lo digan y lo aclaren, porque las mujeres navarras tendremos que decidir si queremos más derechos o menos derechos», añadió. Que compartan candidatura tanto en las estatales como en las autonómicas no es suficiente señal para Chivite.
Pero la estrella ayer en Iruñea era Calvo, que repitió los mantras del PSOE en esta campaña: «está en juego si la democracia camina hacia la convivencia, la estabilidad y la inclusión o hacia otra cosa», en referencia a «la derecha radicalizada». El PSOE trata así de presentar las elecciones como un blanco y negro entre ellos y las tres derechas, obviando la posibilidad de que acaben pactando después con Ciudadanos. Un relato que el partido de Pedro Sánchez intenta apuntalar elevando a primer plano el discurso de la igualdad entre hombres y mujeres y presentándose como única garantía frente a la involución sexista de las derechas. «Al feminismo le han declarado un 155 por si acaso», dijo ayer Calvo.
GARA
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