Firmé un contrato sin saber que a la mayoría de mis vecinos les había pasado lo mismo, y que también habían alquilado sus fincas.
Cuando empezaron las obras de la instalación, me extrañó ver cómo enormes excavadoras arrasaban el suelo, realizaban grandes movimientos de tierra para explanar el terreno y cientos de camiones vertían gravas para hacer caminos.
Mi preocupación aumentó cuando vi el continuo movimiento de hormigoneras para hacer las cimentaciones de la estructura de las placas y de los edificios que albergarían los centros de transformación. Posteriormente, la apertura y cierre de zanjas para enterrar los cables dejó un panorama desolador. (klik egin-ver más)
Juan del Barrio (Miembro del Consejo Navarro de Medio Ambiente)
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