Sin embargo, durante esos dos días en los que el perro se mostraba claramente dolorido, todo el mundo estaba pendiente de él: le dábamos sus chuches favoritas, le acariciábamos todo el rato, le hablábamos como si fuéramos idiotas e incluso yo misma le ponía una mantita cuando le veía tumbado en el sofá, le daba un beso y susurraba “mi pobre bebé tuerto” –es tan triste como real, pero espero que las personas que tengan mascota puedan comprenderme–. El ojo, como decía, se le curó al poco tiempo, pero ahora, cada vez que no le hago caso y estoy teletrabajando, leyendo o viendo la televisión me mira fijamente y cierra un ojo. Al principio me preocupé, pensaba que no se le había curado bien o que adolecía de algo más grave, pero ahora sé que mi perro es un falso tuerto. Parece ser, por lo que he leído después, que algunos canes han desarrollado el talento de fingir enfermedades como una forma eficaz de conseguir atención. (klik egin-ver más)
Marina Lobo, en CTXT
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