Podían no ser los mensajeros ideales pero sí los únicos eficaces. Sólo ellos estaban en condiciones de sentarse con los sucesores de Txeroki y robarles argumentos a favor de la locura de la muerte. Es una cuestión de proximidad, pero la vecindad no puede ser delito. Sólo Otegi, Díez Usabiaga y los suyos podían un día ganarse a los más recalcitrantes. Al encarcelarlos Rubalcaba y Garzón, no sólo anulan a los mensajeros, sino que dan precioso argumento a los violentos: "no hay otra salida que la armas".
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Koldo Aldai, en Noticias de Gipuzkoa
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