A las ocho de la noche los mineros terminan su jornada. Entonces empieza el turno de Abigaíl Canaviri Canaviri, de 14 años. La chica se calza el casco, la lámpara, las botas de goma, se mete por una bocamina angosta y medio inundada, y camina mil quinientos metros por las entrañas del Cerro Rico de Potosí, hasta alcanzar el fondo de la galería. Allí, en ese pozo asfixiante, le esperan las rocas arrancadas por los mineros durante el día. Abigaíl, casi siempre sola, a veces con su madre viuda, amontona las rocas en una vagoneta que luego debe empujar por los raíles hasta el exterior, con una carga cercana a los cuatrocientos kilos (sólo la vagoneta pesa cien). (klik egin-ver más)
Ander Izagirre (en gentedigital.es)
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