
Parada en Sevilla, de donde algunos parten hacia Huelva y Algeciras. Continuamos hasta llegar a un bar, enclave entre las tres cárceles de Puerto, que llaman “El Cepo”. Desmadejado y adolorido, uno no está para bromas. Dicen que el dueño del Cepo se porta bien, pero que para contrarrestar las críticas sobre el negocio que hace a costa de los etarras, ha exacerbado su españolidad, con bandera rojigualda en un hasta, en el pecho de los camareros, en los sobres de azúcar... Una foto de Iturgaiz (¿qué pintará aquí?) preside el bar. La gente se recompone del desmadeje del viaje y las mujeres, una vez totañadas, lucen bien hermosas para sus bienamados.
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