"Todos lo hacen". "Eso ya es pasado". Ventilador y amnesia son las recetas elegidas por Barcina para minimizar el daño sufrido en su imagen y en la de su gobierno por el escándalo de los sobresueldos que hasta la misma semana pasada recibían los cuatro principales cargos públicos de UPN, incluida ella misma. Una vez más, la suerte ha sonreído a la presidenta. Estaba de viaje cuando este periódico empezó a tirar de la manta de sus dietas. Ha dispuesto de cuatro días para dejar a Miranda suicidarse con su imposible pretensión de presentarse como un simple currela preocupado por el pan de sus hijos. Cuatro, para que Maya mostrara su lado más patético, con ese "yo sí lo dejaría, pero es tan difícil" digno de un cliente del Proyecto Hombre. Cuatro, para que Sanz se escondiese en algún refugio antinuclear, lejos de los periodistas y de la vergüenza. Ella no habrá dejado de informarse de cómo iba agrandándose la bola, mientras escuchaba en Bruselas cosas que no quería respecto al TAV o marcaba el paso al ritmo de la cabra legionaria en el desfile militar de Madrid. Para cuando llegó de vuelta a Pamplona tenía los suficientes datos sobre la mesa para saber que si se le ocurría imitar a cualquiera de los tres mastuerzos de allá arriba, el cepo en que se había metido podía acabar rompiéndole el espinazo político. Alguien le ha tomado la medida al fenomenal cabreo de una ciudadanía a la que le están dando por todos lados a la vez que descubre, atónita, que los mismos que le están pidiendo sacrificios cobran, con opacidad y alevosía, sobresueldos equivalentes a más del doble del salario oficial que les corresponde. Ahora doña Yolanda nos pide un sacrificio más: olvido de sus fechorías. Pillada en bragas, manifiesta propósito de la enmienda. Pero lo hace sin dolor por los pecados. Cualquier alumno de catequesis sabe que su confesión no es válida. Si no cumple una buena penitencia es que estamos todos idiotas.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias
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