Ayer era día de esos en los que se pasa lista y no faltó nadie en el mitin de la derecha. Entre banderas victoriosas, la euforia puso en retirada al pudor para poner al descubierto su viejo aglutinante emocional, el antivasquismo. "Tenemos que lograr el tercer escaño y arrebatárselo a los nacionalistas vascos, que en estas elecciones se presentan con un mismo objetivo, pero con dos caras; la radical de Bildu, Batasuna, Amaiur o como se llamen ahora; y la más amable, más ambigua, de Jeroa Bai", gritó Barcina.
Ya sé que no se trata de desconocimiento, porque a pesar de todos sus intentos por arrinconarlo, el euskera está presente en la vida social de Navarra de forma suficiente como para que la presidenta sepa cuál es la correcta pronunciación. Es una vana pretensión de imponer el criterio fonético del castellano como superior y universal. Una muestra de intolerancia, falta de respeto y de ignorancia en definitiva.
Por cierto, sí faltaba uno ayer en Baluarte. Miguel Sanz, que en la época de Lizarra tuvo el mal gusto de provocar de forma parecida al hablar de "Oteji", no quiso dejarse ver ayer en el mitin conjunto con el PP. Quizás por orgullo. Pero probablemente por desacuerdo de fondo con el reencuentro. La derecha puede sacar los 3 diputados, pero si Geroa Bai asienta, como parece que va a suceder, su espacio en el tablero político, el éxito de la estrategia de Barcina puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Porque si en la mejor coyuntura soñada la derecha queda por debajo del 45%, es responsabilidad del resto articular el más del 55% de rechazo que suscita hoy el Gobierno de Navarra. Objetivo de regeneración democrática realizable si pervive el espíritu de Nafarroa Bai, encarnado ahora en Geroa Bai.
Praxku (miembro de Zabaltzen)
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