
Nadie convoca elecciones para salir debilitado, pero CiU ha perdido 12 escaños y 200.000 votos, en una cita que, además, ha contado con la mayor participación en unos comicios catalanes: casi un 70%. Mas creyó ver en la marea independentista que tomó las calles el 11-S una oportunidad para desviar las críticas a su gestión, focalizarlas en la vieja tensión soberanista, y hacer historia al ponerse al timón de la nave que iba a decir adiós a España. Los resultados, que nadie previó -ni las encuestas, ni los medios, ni los analistas, ni los sondeos a pie de urna- han sido devastadores para su proyecto. Ahora no podrá gobernar en solitario, ha engordado a ERC hasta convertirla en la segunda fuerza política del Parlament, y no ha conseguido reforzar la mayoría independentista en la cámara catalana. Él mismo reconocía días antes de la cita electoral en la cadena SER que si perdía apoyos, se debilitaría su proyecto, y eso es exactamente lo que ha ocurrido. Y más allá de perder el órdago, Mas ha perdido la posibilidad de llevar la batuta en la gestión de la crisis, lo que resulta demoledor para un partido como CIU; a partir de ahora -lo reconocía en su comparecencia en el Majestic tras el recuento- necesitará un socio de gobierno. Su error de cálculo se convierte en un caso de estudio para los manuales de ciencia política. (klik egin-ver más)
Montserrat Domínguez, directora editorial de El Huffington Post
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