Parece más que evidente de unas semanas a esta parte que en UPN han decidido darle al stand-by o al mute o al que llegue y que pase el verano para saber por dónde encarar los 9 meses que desde septiembre quedarían para las generales del 2019. Casi un mes más tarde de la presencia de Javier Esparza en la poco brillante manifestación contra el euskera, las apariciones del líder de la formación regionalista han sido casi inexistentes y más por pura obligación que por verdadero interés en protagonizarlas. Esparza, al igual que UPN, seguro que tiene un fuerte cacao mental acerca de qué hacer, cómo, con quién y hacia dónde para que las cifras de las forales pasen del 26-24 en su contra a contar con un 26 en su casillero, incluyendo ahí dentro a un PSN que por mucho que lo digan Cerdán o Chivite hasta que estos ojos que se han de comer los gusanos lo vean no son de fiar para formar gobiernos al margen de UPN.
No tiene que ser una época sencilla en la sede de la plaza Príncipe de Viana, en la medida en que, con sus errores, el cuatripartito está aguantando con solvencia el devenir de la legislatura, con unos marcadores económicos que sin ser para cantar ninguna victoria sí que son lo suficientemente dignos como para que por ese flanco sea imposible atacar. Esto, la debacle en Madrid del PP socio presupuestario, la llegada del PSOE y la difícilmente vendible connivencia con un partido como Ciudadanos se unen al desgaste que supone estar en la oposición, a la imagen ya bastante desgastada de un líder que viene de gobiernos de UPN con errores graves de gestión y a la sensación de estar ante un partido que ni encuentra gente nueva que pase al primer plano y enganche al electorado ni sabe muy bien qué hacer para recuperar siquiera uno solo de los apoyos perdidos en 2015. Muchas vueltas a la cabeza y a más cosas van a tener que dar para encontrar las teclas adecuadas.
Jorge Nagore, en Diario de Noticias
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