La lógica política de los próximos meses en España será de una polarización extrema, con aires de los años treinta: a un lado, una derecha tricéfala y movilizada, decantada hacia el nuevo autoritarismo populista; al otro, las izquierdas y los partidos nacionalistas e independentistas, en torno a un PSOE que intentará construir un dique de contención con fundamentos fuertes en el centro socioelectoral. Los comicios municipales, europeos y autonómicos (en la mayoría de regiones) de mayo serán el primer combate, preparatorio de las generales. En este contexto, ERC y el PDECat (y/o Junts per Catalunya o la Crida) deberán tomar decisiones muy importantes, más allá de la posición sobre los presupuestos generales.
En el mundo independentista, hay una corriente muy activa que organiza todas las ideas a partir de un fatalismo según el cual no importa mucho ni la estrategia ni la habilidad propias porque el adversario aplica la fuerza y la trampa por sistema. Hay una base histórica y empírica para pensar así, ciertamente. Pero este enfoque tiene dos problemas al hacer política. El primero es relativizar la responsabilidad del campo independentista y ser autoindulgente. El segundo es la conclusión a la cual se llega desde el fatalismo: el único camino es el unilateralismo, el escenario insurreccional pacífico, lo que algunos –con frivolidad– relacionan con una versión catalana del Maidán (klik egin-ver más)
Francesc-Marc Álvaro, en La Vanguardia
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