Es imposible entender lo que está pasando en Estados Unidos si no somos capaces de aquilatar como se ha formado la mentalidad mayoritaria de los habitantes de aquella nación, la más rica y poderosa de la tierra, también una de las más desiguales y, probablemente, la que más dolor y muerte ha repartido por el planeta en los últimos setenta y cinco años.
Aunque parezca mentira, fue un mediocre filósofo inglés de la época victoriana, Herbert Spencer, quien probablemente más contribuyó a conformar la personalidad de un país edificado sobre el exterminio de la población autóctona y la llegada de millones de migrantes provenientes de todas las partes del mundo. Herbert Spencer fue un ingeniero apasionado por las teorías de Malthus, según las cuales, dado que la población crecía más que los alimentos, era necesario mantener unos niveles altos del mortandad en las clases más pobres para que el resto pudiese vivir mejor. Atraído por las previsiones apocalípitcas de Malthus, que tanto sirvieron al desarrollo del capitalismo inicial, Spencer comenzó a indagar sobre la evolución de las especies cuando se encontró con el famoso libro de Darwin que demostraba lo que él andaba buscando. La adaptación al medio y la selección natural eran las bases sobre las que se asentaban las teorías evolutivas de Darwin, a las que Spencer añadió la “supervivencia del más apto”: “Esta supervivencia del más apto, que aquí busco expresar en términos mecánicos, es la que el Sr. Darwin ha llamado selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la supervivencia”
Pedro Luis Angosto, doctor en Historia (en Nueva Tribuna)
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