Pues bien, hace escasas horas el TS se ha puesto las pilas, o lo que se ponga, y ha decidido volver a juzgar a Otegi. Por unanimidad. Es decir, en comunión con todos sus hipotéticos sectores. Verdaderamente esa es la noticia en este asunto. Son 16 bravos jueces 16. Lo que supone una ausencia de matices en una decisión radical y de riesgo. Una apuesta por una jugada democráticamente cuestionable –la Justicia debe ser democrática, o apaga y vámonos; la justicia no es un estado de ánimo, es la ley formulada en democracia, un corpus que ya no es exclusivamente estatal–, en la que el TS tiene mucho que perder. Más que Otegi y los otros acusados, incluso, que pueden no perder más de lo ya perdido en esta partida. Mucho. Varios años de su vida. Interpretación sobre la unanimidad: presupone presiones –es decir, también premios y castigos– y la sospecha de que es, a su vez y únicamente, una exhibición ante el TEDH, para que esos chupatintas de Washington, que no entienden ni el Gran Estado de Mississippi, ni sus costumbres, se callen. Esa unanimidad es infrecuente, por definición, en una institución democrática para decisiones de ese calado y tendencia. Esa unanimidad es un indicio de algo, efectivamente, enrarecido en la Justicia, más profundo de lo previsto. Y lo que es peor, presagia votaciones unánimes futuras. Para encarcelar a Lula, por ejemplo y sea lo que sea Lula por aquí abajo. El TS, en fin, puede estar a dos votaciones unánimes de proclamar la unanimidad. Socorro. (klik egin-ver más)
Guillem Martínez, en CTXT
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