NO voy a reclamar una calle también para los otros, para los que faltan, para los olvidados de aquí y de allá, para los de este lado de la memoria interesada, siempre interesada, o para aquellos relegados por la otra página de la Historia. No voy a reclamar, y por eso me niego a colaborar, que las placas que orientan e identifican cada uno de los barrios de mi ciudad se conviertan en escupideros de la crispación. Como si los nombres de las víctimas se aupasen en el mausoleo de los nuevos mártires de la insensatez. Porque me parece que hacerlo, colocar sus nombres, es traicionar la propia memoria de los interfectos. Imponernos sobre su propia expiación y aspiración a ser o no recordados. Y es que si uno pudiera oír los susurros que emiten esas víctimas de ETA desde el lado oscuro de la tragedia, a buen seguro escucharía su indolencia ante esta decisión premeditadamente mercantil, cual negocio sentimentalmente interesado. (klik egin-ver más)
Paco Roda (en Diario de Noticias)
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