
El congreso ha servido para constatar que Palestina ya no tiene un líder como Arafat y que su sucesor, Mahmud Abbas, carece de la fuerza y el carisma de aquél.
Palestina está dividida ahora en dos trozos gobernados por dos partidos irreconciliables, y dentro del propio Al Fatah tampoco hay unanimidad. El único punto de coincidencia total es que la muerte de Arafat no fue natural, sino que fue envenenado por los israelíes, pero hasta ahora nadie ha podido presentar pruebas concluyentes.
El congreso no va a implicar ningún cambio de rumbo en Al Fatah, que seguirá dispuesto a un arreglo negociado por Israel; esto es lo que le diferencia de Hamas, que defiende la desaparición de Israel. No obstante, Al Fatah ha marcado sus líneas rojas. El futuro Estado palestino tendrá que tener su capital en Jerusalén, los refugiados palestinos tendrán derecho a instalarse en él y las colonias judías tendrán que ser evacuadas. Tres condiciones que son rechazadas por el Gobierno israelí de Benjamin Netanyahu y Avigdor Lieberman.
Jesús Torquemada, analista internacional (eitb.com)
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