A pesar de anunciarse en la prensa sin ningún tipo de sigilo, al parecer desde hace ya dos días, nadie había caído en la cuenta, hasta que fuentes próximas a la editorial Pamiela han levantado la liebre. La piedra de la cárcel que se ha comenzado a derribar se está vendiendo ya.
¿Incluía el derribo la concesión de la piedra y la licencia para venderla inmediatamente haciendo publicidad con el origen de la misma? ¿Cuánta piedra se vende, a qué precio y qué volumen de negocio supone? ¿Quién es el titular del teléfono de contacto? Son preguntas a las que alguien tendrá que responder urgentemente. Veremos si hay irregularidades o no, pero probablemente se confirmará lo que todos nos suponíamos: que las prisas por derribar el viejo edificio abortando el debate social sobre su destino respondían al interés de alguien.
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