Atendiendo a una reclamación de un sector de las víctimas que responde a patrones marcadamente ideológicos, Coca Cola ha retirado un anuncio en el que no se falta al respeto ni se molesta a nadie, en un acto de discriminación consciente, de marginalización social de quien piensa diferente. La multinacional embotelladora se sitúa, en su intento de contentar a la presunta opinión pública dominante, en frente de la mayoría social de Euskal Herria, para la que el respeto a la memoria de las víctimas de ETA no es en absoluto incompatible con la defensa de los derechos de los presos y sus familias. Porque Gotzon Sánchez, por el hecho de defender una reivindicación, ni es un delincuente ni es una persona a marginar. ¿Es que todo lo que disguste a una asociación ultra como Dignidad y Justicia debe de ser objeto de persecución y censura ideológica? ¿Habrá que otorgarles, entonces, la facultad de extender certificados de buena conducta, para poder participar en cualquier actividad publicitaria? ¿Qué clase de democracia es la de un país en la inaceptables actos de exclusión como este son jaleados por muchos de los medios más influyentes?
Una empresa que ha presentado un ERE que supone 750 despidos se presta ahora al apartheid ideológico. Si ello es compatible con su lógica comercial, ya tenemos un motivo más para declararles el boicot más absoluto. Ni una Coca Cola más en la vida. Hay muchísimas clases de refrescos, y pocos tan empalagosos.
Praxku
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