No son nuevas las prevenciones de cierta izquierda con esa "ignominia" que es exigir conocimientos de euskera para… enseñar en euskera. Sería el año 86 o 87 cuando oí por primera vez despotricar por ello a un simpatizante de lo que hoy se sería uno de los dos partidos de gobierno que ayer hicieron causa común con la oposición para rechazar la OPE de Mendoza. Está escrito hasta en libros que la contrarreforma lingüística llevada a cabo por UPN desde el 2000 nació de la alarma que produjo en UGT su pérdida de posiciones en la enseñanza pública como consecuencia de la entrada de maestros vascófonos. Incapaces de atraérselos, parece que pidieron a Sanz que atajara de raíz el problema. Durante los últimos tres lustros, UPN, con la complicidad de buena parte del arco político y sindical, ha practicado con la enseñanza en euskera una cuidadosa operación de acoso, destinada a detener su crecimiento y/o disminuir sus efectivos. Donde no se desanimaba la demanda, simplemente se desatendía, y cuando era imposible desatenderla se le procuraban dotaciones mezquinas y cicateras, tanto desde el punto de vista material como humano. Todo ello ha tenido su oportuna traducción en las OPE y contrataciones de todos estos años. Herramienta paralela ha sido la creación de los PAI, inglés para quien no lo pedía para no dar euskera a quien lo pedía. Paradójicamente, mientras la enseñanza euskaldun, aunque maltratada y mal dotada, aguantaba el embate, el cuestionado invento ha tenido como rebote la creación de excedentes de profesores en la enseñanza en castellano. Docentes a los que no hay donde colocar como consecuencia de una política sobre la que pocas críticas se han oído de quienes estos días levantan su voz. Podemos e Izquierda-Ezkerra deberían de volverse a leer el acuerdo programático de Gobierno que firmaron hace sólo cuatro meses.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias
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