martes, 22 de septiembre de 2020

HÉROES CASI ANÓNIMOS

Quiso la casualidad que Demetrio Salbarredi y Regino Ayesa nos dejaran la misma semana. Demetrio lo hizo con su tiempo cumplido, varias veces bisabuelo, en su casa de Leitza, después de haber vivido más de nueve décadas. Lo de Regino fue peor: una furgoneta lo arrolló cuando circulaba en bicicleta a pocos kilómetros de su pueblo, Ujué. Tenía 66 años y todavía mucho por hacer. No sé si se conocían, seguramente no, pero podrían haberse intercambiado muchas ideas y muchas historias, porque ambos compartían una misma pasión por el euskera. Lo de Demetrio puede pensarse que venía de fábrica, pero ni tan siquiera en un lugar tan emblemático para la lengua vasca como Lei-tza las cosas estaban tan claras en la década de los 60 del siglo pasado. Con una escuela pensada para deseuskaldunizar a las nuevas generaciones, una administración que proscribía su uso y una sociedad que marginalizaba sistemáticamente a los vascoparlantes como ciudadanos de segunda clase, en el propio corazón de la Basaburua hacía falta mucha claridad de ideas y mucho valor para impulsar la ikastola y la cultura vasca como hizo Salbarredi en esa época. Lo de Regino vino mucho menos dado. Como en toda la Navarra Media, en Ujué hacía más de dos siglos de la desaparición de sus últimos euskaldunes, cuando una cuadrilla de uxuetarras se propuso recuperar el idioma de sus antepasados. Ayesa llegaría a ser director de la ikastola de Tafalla, de la que fue profesor hasta su jubilación, después de un infatigable trabajo en pro del idioma en la zona que le vio nacer. Demetrio Salbarredi y Regino Ayesa eran dos personas diferentes, tal vez opuestas, que llegaron por diferentes caminos a su militancia por la lengua. Frente a todos los Mayas y todos los Gimenos del mundo, muchos como ellos, héroes casi anónimos, siguen en otros muchos lugares haciendo posible que el euskera siga siendo un idioma vivo y en crecimiento entre nosotros.

Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias

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