No escucho nada, algún perro ladra a lo lejos, alguna bolsa movida por la brisa nocturna intenta simular el movimiento constante de los niños que antes inundaban nuestras calles, rompiendo la armonía y el descanso de las personas mayores.
Espero y quiero volver a escuchar esas risas sin mesura que entraban por las ventanas abiertas de nuestras casas que buscaban la brisa para refrescarnos un par de grados.
Nuestra inocencia se perdía el día que la fresca no era nuestra prioridad.
Esta pandemia no puede arrebatarles a nuestros niños esa inocencia, esa posibilidad de disfrutar de nuestras calles, sin restricciones y cuya premisa es reír y disfrutar. Pronto todo esto pasará y volveremos a escucharles con desdén pero a la vez con ternura.
Reyes Barrero (Carcastillo)
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