miércoles, 17 de septiembre de 2008

VENDIMIAR SIN CEPAS


No se puede pasar del ande o no ande caballo grande al cultivo de la excelencia. Los procesos son graduales. Por mucho que el vino de Navarra quiera ser primo del de Rioja o Burdeos, hoy por hoy, no lo entiende así el mercado.
Estos días de septiembre las parcelas de la merindad están preñadas de uvas gruesas que suspiran ser cortadas. Las cooperativas que en la vendimia de antaño se llevaban la parte del león de la producción ahora recogen lo justo. Compiten contra mil pequeños bodegueros particulares, que en los últimos tiempos han sacado dos mil etiquetas de sus bodegas privadas.
La vendimia de este año va ser corta, dicen los expertos. Breve porque, a golpe de talón, todas las administraciones, o sea comunitaria, estatal y foral, han favorecido el descepe de casi 800 hectáreas de viña en Navarra. Los más veteranos cooperativistas, la gente que supera los 60 años, se han apuntado enseguida a recibir la ayuda cierta.
Mejor recoger la plata que apostar por un sector precario, que de año en año ha recibido auxilio para deshacerse de ríos de vino que ha acabado destilado en alcohol. Un negocio colapsado que necesita quemar sus michelines a fuerza del descepe de las viñas viejas, de jubilar viticultores veteranos, de cerrar cooperativas añejas.
Hasta hace poco, Navarra recolectaba por estas fechas unos 115 millones de kilos de uva. Esta vendimia está previsto obtener 86 millones, un 25% menos. Todo en aras de una calidad que, con menos producto, tampoco está garantizada.
Algo no va bien cuándo los sabios viticultores cuelgan el cesto y el hocete, se desprende de unos derechos centenarios y ven cómo aparecen, por ejemplo, empresarios de cuello blanco o banqueros de dinero negro que tras el oscuro mundo del trapicheo de permisos de plantación crean vinos que sostienen, sobre todo, los euros que invierten en publicidad y marketing.
Bruselas, ese tótem que reparte el dinero europeo a quien le satisface, ha cargado contra los caldos de escaso valor. Declarada la guerra al tinto peleón, al que liga con la gaseosa y vive en tretra brick, hay quien ha asociado estos alcoholes con las antiguas sociedades que hace doscientos años salvaron la economía comunal de nuestras comarcas. Son campañas que aprovechan los nuevos empresarios de la barrica en un mundo en que, hoy por hoy gracias a la democratización de tecnología, muchos caldos se diferencian el canto de un duro y llegan a la mesa sólo porque que se retratan en la tele o se anuncian en los magazines más caros.

Luis Miguel Escudero (La Voz de la Merindad)