Esa limpieza política tuvo un carácter sistemático y científico y respondía a una estrategia de control, anulación y amedrentamiento generalizado de los adversarios políticos. Las listas de elementos a neutralizar se basaban en los informes policiales y de la Guardia Civil, en las relaciones de detenidos en los episodios conflictivos anteriores y en la documentación incautada en los registros de sedes de partidos y de sindicatos y en los registros en los domicilios particulares.
Los golpistas implantaron en Navarra desde el primer momento una dinámica implacable, asentada sobre la disyuntiva amigo/enemigo, propia de los ejércitos de ocupación. Tal y como recuerda Peter Anderson (¿Amigo o enemigo? Ocupación, colaboración y violencia selectiva en la guerra civil española, Granada, Comares, 2017, pp. 1-13), el proceso de dividir a la población ocupada entre amigos o enemigos fue el principal proceso mediante el cual los golpistas, tanto los militares como sus aliados civiles, tomaron el control de la población y dominaron a la sociedad. Ese proceso "facilitó el castigo o la recompensa de forma meticulosamente calculada", siendo para ello necesario contar con información pormenorizada del pasado de gran parte de la población que solo pudo ser recabada gracias a la crucial colaboración de los vecinos de los sujetos investigados. Por lo tanto, los carlistas y falangistas navarros, a las órdenes de los militares, habrían actuado como ocupantes en relación con los considerados como enemigos dentro de la propia Navarra y habrían desarrollado su labor de eliminación de desafectos a partir de la recogida de cantidades ingentes de información sobre los represaliados para arrasar cualquier resistencia. (klik egin-ver más)
Fernando Mikelarena, en DEIA