MásMóvil calificó ayer de «éxito rotundo» la OPA que lanzó para hacerse con el control de Euskaltel: ha conseguido comprar prácticamente el 98% de las acciones. La OPA también ha sido un gran éxito para los que eran sus principales accionistas, entre los que destaca Kutxabank, que se embolsará alrededor de 390 millones con la operación. Y especialmente exitosa ha sido para sus principales directivos, entre los que destaca el vicepresidente de Kutxabank y presidente del consejo, Xabier Iturbe. Todos ellos se repartirán alrededor de 27 millones de euros en bonus, que se suman a algunos millones más cobrados estos últimos años. Si de enriquecerse se trata, no hay duda de que la OPA ha sido todo un éxito; para algunos.
Ahora bien, si recordamos que en sus orígenes Euskaltel fue una empresa pública que ha terminado en manos de unos fondos de inversión privados –Cinven, KKR y Providence Equity Partners–, especializados en trocear empresas para sacar el máximo beneficio, la ganancia para el país ya no está tan clara. Euskal Herria no solo pierde el control público, también el centro de decisión. Si a esto añadimos que hace nueve años el Ejecutivo de Lakua vendió a Euskaltel la red pública de fibra óptica por un precio irrisorio, la pérdida para el país es evidente. Si además recordamos que MásMóvil no cotiza en Bolsa y por tanto las exigencias de información y control son mucho menores, de aquella empresa pública solo va a quedar la marca. Para redondear, los nuevos gestores anuncian nuevas líneas de negocio, entre las que destaca la telemedicina; se ve que como complemento ideal a la anorexia de Osakidetza.
Euskal Herria ha perdido una infraestructura, la red de fibra óptica, y una empresa pública, Euskaltel, herramientas clave para estructurar estratégicamente las telecomunicaciones del país. Con el beneplácito de Lakua, la operación empobrece al país para enriquecer a unos pocos.
Editorial de GARA