La disputa entre PNV y EH Bildu por el último escaño de Bizkaia deja hasta el miércoles inconcluso el escrutinio de las elecciones vascas. No es poco lo que puede cambiar según la adjudicación final, porque con los resultados provisionales PNV consigue mayoría en la cámara atrayendo indistintamente los votos del PSE o los del PP. La investidura de Urkullu no está en cuestión, pero la gobernabilidad es otra cosa, y los jeltzales se encontrarán mucho más cómodos en el supuesto de confirmar su escaño 29.
Las declaraciones de los principales protagonistas nos han dejado en unos casos imágenes de derrotados sin remisión, incapaces de improvisar paños calientes medianamente eficaces. Idoia Mendía ha dado la cara por un Sánchez ausente, que tras la debacle de Euskadi y Galicia tiene prácticamente perdida su batalla contra los barones de su partido. Ciudadanos no ha sido capaz de rentabilizar mediante el socorrido voto vitoriano el pasillo que no se sabe muy bien si para ellos o para el PP, algunos poderes fácticos obligaron a abrir a UPyD forzando su retirada, y se confirma como una fuerza en declive en el estado e irrelevante en las dos nacionalidades en las que hoy se celebraban elecciones.
Tampoco ha sido feliz la noche para Podemos, pero vista su trayectoria con cierta distancia, no resulta tan malo en el balance de su primera participación que en unas elecciones autonómicas tradicionalmente condicionadas por un profundo foso identitario y sin apenas estructura se coloquen muy por delante del PSE, un partido bien implantado históricamente en Euskadi, que cuenta con el indisimulado sostén diario de la prensa escrita de más penetración en las tres provincias. La consolidación del espacio de Podemos sería siempre una buena base para la conformación o confirmación de alternativas progresistas, dentro y fuera de Euskal Herria.
Si bien la euforia de los portavoces del PP vasco en su comparecencia ha alcanzado tonos grotescos, es de entender que una lectura estatal de los resultados, unidos al éxito de Galicia, les haga olvidar su ininterrumpido declive electoral en la CAV desde hace bastantes años, mitigado por los efectos para ellos favorables de la sobrerrepresentación electoral de Araba. Noche de subidón en Génova por el fracaso comparativamente mucho mayor del PSOE, que para ellos es lo esencial.
Mientras los partidos constitucionalistas ven disminuida en un tercio su representación global, la del campo estrictamente abertzale apenas se resiente en su globalidad tras la emergencia de una fuerza nueva en el Parlamento, favorable además al derecho a decidir. En una coyuntura complicada tras la inhabilitación de su principal portavoz y de su indiscutible capacidad comunicativa para los debates públicos, EH Bildu ha recuperado su suelo tradicional, bien es cierto que con un desequilibrio territorial considerable. Mientras que el PNV, premiado probablemente por la coincidencia con la imprevisible apuesta catalana., ha obrado el milagro de ver aumentada su ración a pesar de la incorporación de un nuevo comensal a la mesa. Me atrevería a vaticinar que incluso hay gente que por impulso emocional puede votar otras opciones, pero compensan su frustración con la tranquilidad de una gestión mucho menos incierta.
También cabe una lectura navarra de los resultados de esta noche. Arnaldo Otegi se ha apresurado a recordar que 57 votos sobre 75 van a respaldar el derecho a decidir. Me ha llamado la atención lo que ha respondido Urkullu en euskera cuando le han transmitido esas declaraciones. Ni más ni menos, que las elecciones de hoy eran en la CAV, que constituye una pequeña parte de lo que es la “patria” (aberria); no recuerdo con seguridad que haya dicho “Euskal Herria”. Esta es una reflexión que en muy contadas ocasiones se oye a los dirigentes del PNV, por lo que cabe albergar dudas sobre la prevalencia real en su intención de ese factor a la hora de desmarcarse del emplazamiento de EH Bildu. Pero, en cualquier caso, constituye una inapelable verdad. Porque en Euskal Herria tenemos un problema territorial que no tienen en otros lugares.
El reflujo de la tensión soberanista que se ha experimentado en Euskadi ha favorecido el retroceso de las opciones constitucionalistas, por más que estas últimas hayan intentado con maniobras como la del video sobre la presunta discriminación de los no euskaldunes para el acceso a la administración, removilizar el socorrido sentimiento de marginación. De la misma forma, la distensión identitaria ofrece hoy en día mejores oportunidades para un trabajo paciente de acercamiento entre las distintas realidades institucionales de Euskal Herria, porque en esa gradualidad se percibe la única vía que ofrece perspectivas razonables, si nos atenemos a la experiencia acumulada desde la transición. Así se hace país, lo haya dicho Urkullu por convencimiento o como recurso ocasional. No está de más recordar, cuando la percepción exterior tiende a indicar que Galicia es un país irremisiblemente retrógrado, que la unión de las fuerzas progresistas alcanzó mayoría en 2005. Tuvieron su oportunidad, la desaprovecharon, y encontrar la siguiente les resulta ahora muy difícil. Estamos avisados en Navarra y sabemos cuál es la tarea diaria, en las instituciones y en la calle. El impulso soberanista, como el de las demás sensibilidades que conforman el cambio, es indispensable. Para sumar, que no sea para servir de obstáculo.
Praxku