Como si no fuese bastante el dolor por la conculcación del más básico de los derechos humanos, ahora tendremos que aguantar todo el rosario de valoraciones que atribuirán el asesinato a tal o cual circunstancia relacionada con el cambio de gobierno, la "estrategia de acumulación de fuerzas", el "polo soberanista" u otras muchas circunstancias políticas. Lo que está claro es que ETA mata esté quien esté y que tras cada atentado la sociedad está menos dispuesta a entender la necesidad de un final ordenado de la violencia. Que el hastío y la frustración corroen el espíritu crítico ciudadano y el ánimo de construir procesos de paz. ETA debe disolverse ya y la defensa de los derechos humanos hay que situarla al margen y por encima de las diferentes posiciones del juego político.
Praxku
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