En una céntrica cafetería neoyorquina un hombre exige iracundo al encargado del local que una de sus trabajadoras deje de hablar en castellano con unas clientas. “Deberían hacerlo en inglés, ¡esto es América!”, grita sin miedo al móvil que le está grabando. Energúmeno, racista, xenófobo son algunos de los calificativos que le han regalado comentaristas y tertulianos españoles. Curiosamente, la noticia aparecía también destacada en la edición digital del Diario de Navarra, principal vocero de la manifestación convocada contra la política lingüística del Gobierno de Uxue Barkos. Los mismos que a los euskaldunes navarros nos gritan que hablemos en castellano. Durante todos los años de UPN no se nos ha exigido otra cosa. De forma consciente y sistemática, se nos ha impedido utilizar nuestra lengua en ningún punto de la Administración o la atención sanitaria, ni tan siquiera en los servicios más sensibles de cara a la ciudadanía. Soplan otros vientos y es ahora cuando se quejan. ¿Discriminación por razones lingüísticas? Claro que sí. Conozco casos flagrantes del 2015 hasta ahora. Como cuando se seguía puntuando el francés o el alemán para entrar en la Administración navarra. O cuando IU hizo posible que se aprobara una proposición del PSN con el único y confeso objeto de impedir que maestros euskaldunes pudieran presentarse a plazas en castellano. Eso sí es discriminación, no las naturales desventajas, por otra parte escasas y puntuales, provocadas por el hecho de saber sólo uno de los dos idiomas en los que se desenvuelve una sociedad. Nadie se siente marginado por no poderse presentar a las oposiciones a bombero al carecer de carnet de conducir de clase C. La manifestación del día 2 es la de quienes pretenden perpetuar una situación injusta. No buscan ni la convivencia ni el respeto ni la igualdad. El único derecho que reclaman es el de no vernos, no oírnos, no sentirnos.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias