Cuando éramos muetes no conocíamos la palabra autobús. En nuestro argot solo conocíamos dos palabras para definir lo que era un coche grande donde podían montarse muchas personas: Una Tafallesa.
Si por casualidad llegaba un autobús de excursionistas al pueblo solíamos decir que había venido “una tafallesa con folasteros”. También decíamos que en las romerías además que desde Tafalla también venían muchas “tafallesas” de Pamplona, Sangüesa, Olite y muchos otros sitios. Luego supimos que La Tafallesa solo era el nombre de la compañía de autobuses de un señor llamado Valero que era “mucho rico y que además tenía en Tafalla un cine, un casino y una sala que se llamaba la Güesera donde había músicos y baile agarrao tó los domingos”.
Ayer, día grande de las fiesta de Santa Úrsula, estaba anunciada la inauguración de la sala multiusos en el antiguo almacén de la Cooperativa. Era de dominio público días atrás que iba a asistir la Barcina. Pero ayer a la hora de la procesión no había otra autoridad, si así se le puede denominar, que Maite Mañú, presidenta de la Comunidad de Mairaga. Y durante la misa el alcalde recibió una llamada en la que le avisaban que ni la delegada del Gobierno Elma Saiz, ni Amelia Salanueva, consejera de Administración Local, iban a poder llegar para la hora del evento. A la hora del lunch apareció Pedro Pegenaute, que repartió unos besos a las señoras del coro y se marchó a los cinco minutos dejando a Gárriz desconcertado. De esta guisa, la inauguración quedó aplazada indefinidamente, con la lógica sensación de un plante institucional en toda regla, de un desmarque de una trayectoria más que preocupante para su mismo partido, en el momento en que se ha conocido que tras la orden de la Audiencia Provincial de continuar las diligencias abiertas, el alcalde de Murillo será juzgado por prevaricación. 
