La semana que viene, Euskaltzaindia celebrará en Arantzazu los 50 años de la forma estándar de la lengua vasca. No ha sido un camino fácil. Durante los primeros años, de forma paralela a las discusiones académicas, el mundo del euskera vivió un fuerte debate social entre partidarios y detractores de la unificación. Poco a poco, acabó por aceptarse una realidad incontestable: el idioma no sobreviviría sin entrar en la administración, la educación y los medios de comunicación, y eso resultaba imposible sin una norma unificada. La discusión sobre la conveniencia o no del batuala cerramos los vascoparlantes hace no menos de 30 años. Hoy en día, los niños tienen los mismos libros de texto en Tudela y en Oiartzun, y un documento administrativo del Gobierno de Navarra maneja básicamente la misma terminología que otro del Gobierno Vasco. Los medios de comunicación, por su parte, utilizan un registro u otro, dependiendo de su ámbito de difusión. La norma de Euskaltzaindia es ley en ETB, Berria o Argia, mientras que su utilización es mucho más laxa en publicaciones y radios locales. Más aún en redes sociales e internet. No puedo evitar una cierta perplejidad cuando en algún medio de comunicación de la derecha, sobre todo en Navarra, se lanzan dardos dialécticos contra la forma unificada de la lengua vasca. A gente que no sabe decir una palabra en ninguno de sus dialectos y variedades le da periódicamente por resucitar un debate que los interesados enterramos hace décadas. La estandarización del euskera constituye uno de los experimentos más exitosos del mundo en materia de normalización lingüística. A algunos eso debe de ponerles de un humor de perros. Mientras especialistas de los cuatro continentes vienen aquí a estudiar cómo lo hemos hecho, gente indocumentada y sectaria se permite sonrojantes chorradas sobre un tema del que no saben nada, ni quieren.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias