En Catalunya, del sábado a hoy hemos pasado de una intervención corta, con elecciones autonómicas en enero, a unos plazos de como mínimo 6 meses y comicios ni se sabe. Parece que PP, PSOE y Ciudadanos necesitan tiempo para pasarle la apisonadora a la educación, Policía y medios de comunicación públicos catalanes. O, simplemente, a los del 155 las cuentas no les salen y prefieren esperar a que las encuestas les sean favorables. Si no es así, ya despejará el panorama la Ley de Partidos a base de ilegalizar a los independentistas. A Albiol lo podemos acabar viendo de president aunque el PP no llegue al 9% del voto en esa comunidad. Y quién piense que nadie daría luz verde a semejante operación que se acuerde, por ejemplo, del cercano municipio de Lizartza, del que la popular Regina Otaola se convirtió en alcaldesa en 2007 con poco más del 5% de los votos después de que los jueces declararan fuera de la ley la lista electoral de la izquierda abertzale. Nadie en Madrid se atrevió a discutir la dudosa legitimidad democrática de esa Alcaldía. Se estaba cumpliendo la ley. Como ahora mismo en Catalunya. Se podrá objetar que lo de Lizartza sucedió en un contexto distinto, en los años del tiro en la nuca y la bomba lapa, del impuesto revolucionario y de la kale borroka. También eran los tiempos del “
sin violencia todo es posible”. Una bella frase que nos creímos mucha gente, que estos días se ha demostrado una radical mentira. Aunque no lleves pistola, pretender cambiar el status quo te puede convertir en un criminal. El artículo 155 es ya la nueva espada de Damocles contra los revoltosos periféricos. Incluso contra los revoltosos de baja intensidad. En sus noches más húmedas, Esparza (UPN), Chivite (PSN) y Beltrán (PP) sueñan con su aplicación en Navarra. Ayer en el Parlamento Foral ni tan siquiera lo disimulaban.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias