El odio es un mal consejero. Corroe la ética y embravece las actuaciones de quien se deja guiar por sus crueldades pero más tarde o más temprano acaba perjudicando muy gravemente a quien se echa en sus brazos. Es cierto que no todas las maldades que hace surgir el odio terminan por ser castigadas socialmente pero ¿quién no ha visto a personas atormentadas tras haberse encontrado con su propia conciencia? Quizás sea éste el único consuelo que nos queda a los perjudicados por sus desmanes. La alcaldesa de Iruñea lleva ya el castigo en su nombre, como lo llevan el cardenal Cisneros o el Duque de Alba de quien es fiel reencarnación de estos tiempos ... (Klik egin-ver más)
Bingen Amadoz (Diario de Noticias)