A muchos la palabra gascón sólo les sonará si se acuerdan de D’Artagnan. Sin embargo, esta variante occitana hablada en tiempos desde la desembocadura del Garona a los Pirineos, fue durante la Edad Media lengua común en algunos barrios pamploneses, y el idioma materno de todos los últimos reyes de la Navarra independiente. En la costa oriental guipuzcoana hubo población gascona, como lo fueron la mayoría de los habitantes del litoral más norteño de Lapurdi. Hoy en día, barrida por el francés, el gascón agoniza en toda su antigua geografía, como el resto de las variedades occitanas. Quedan unos pocos centenares de miles de hablantes dispersos en extensas zonas rurales, pero apenas un 5% tiene menos de 50 años. La excepción lo constituye el valle de Arán. El único enclave gascón fuera del Estado francés es también el único donde goza de estatus oficial, y el único donde se le ofrecen ciertas garantías de supervivencia. ¿Gentileza de las autoridades españolas? Más bien de las catalanas, que reconocen los derechos de una minoría lingüística que, en el territorio administrado por la Generalitat, no llega a los 10.000 hablantes. Si excluimos la comarca leridana, un viajero puede recorrer toda la antigua Gascohna sin ver una sola señal en esta lengua. Toda, hasta que llega al País Vasco. En territorio francés, los rótulos oficiales en gascón no están ni en Pau ni en Dax, tampoco en Lourdes o en Burdeos. Están en Baiona y Biarritz. Lo decía ayer este periódico, el ente autónomo vascofrancés que inició su andadura el pasado día 1, además de al euskera, va a hacer un sitio al gascón, lengua que apenas utilizan unos centenares de sus habitantes. De nuevo, son los miembros de una comunidad lingüística minorizada los que deciden proteger a otra. Una solidaridad cara de ver en los hablantes de idiomas más extensos.
Aingeru Epaltza, en Diario de Noticias