Artazu sigue manteniendo una antiquísima tradición: el Koskari, que se celebra todos los 24 de diciembre. Como explica la vecina Teófila Zabalegui, de 83 años, siempre se ha celebrado en Artazu. Desde que ella se acuerda, los más txikis salían por las casas a pedir los que les diesen, pero no salían todos; sólo los más necesitados, los que menos tenían. Y tampoco se pedía por todas las casas, sólo en aquellas que se sabía que les podían ofrecer algo. Con el paso del tiempo fue cambiando y en los años 70 los txikis iban por las casas y en cada una se cantaba un villancico y se rezaba alguna oración. En cada casa repartían algo de paga y solían dar nueces, almendras o pastas. Al terminar la ronda, el cura que había entonces en Artazu, Agustín Iriarte, les hacía colaborar con la Iglesia con algo de lo recaudado, y se rezaba y se cantaba también en la Iglesia. "Nos solían dar guirlaches que hacía el cura y la mujer que le ayudaba", explica Marta Arguiñano, de 36 años. Los niños y niñas salían al koskari desde que empezaban el cole hasta que terminaban 8º de EGB. Había otra costumbre, que se perdió hace unos 25 años: los chicos adolescentes salían a cantar y a pedir por las casas después de cenar y antes de la misa de Gallo. "Ya se ha dejado de rezar en las casas pero la música no falta, porque nos acompañanan los gaiteros, que amenizan la ronda. Desde hace unos siete años, después del koskari hacemos una comida de migas en la sociedad. Y por la tarde noche, nos vamos al monte a buscar a Olentzero", concluye Marta Arguiñano.
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