Supongo que se hablará alguna vez de ello, e incluiremos la sombra de la sombra al menos como anexo del famoso relato. Ojalá, sí, en este ejercicio catártico y necesario de airear el sótano se haga público, aunque sea de madrugada, el alentado infortunio de otros damnificados, perjudicados, de esos que de un modo injusto y canalla no sólo vieron enmierdado su honor sino también dificultadas sus metas laborales, o sea, heridos en su alma y en su pan, que es como decir acotados en su vida.
Escritores como Miguel Sánchez-Ostiz, fotógrafos como Clemente Bernard, cineastas como Julio Medem, músicos, futbolistas, actores, cocineros, insumisos, periodistas, en ciertos momentos de esta pesadilla, fueron acusados de connivencia, indiferencia, equidistancia, militancia, según las ganas que hubiera de desprestigiar, de arruinar, de acallar. Y fueron forzados a defenderse, a desnudarse, a limpiar el estiércol vertido sobre su ética y su trabajo, a despojar su biografía de ortigas plantadas por manos oscuras. Fueron vilipendiados y arrinconados.
Amén de la lucha legal e ilegal contra el terrorismo, de las obligadas detenciones y de las negadas torturas, poli bueno y poli malo, verdad que aun contada en el libro estrella no provoca ni un mea culpa -o no lo han leído, o lo aprueban-;además, pues, de la blanca eficiencia y el abuso de electrodos, hemos sufrido una guerra ideológica librada con heroísmo y razón, sin duda, pero también con calumnias y listas negras. Por si no lo recuerdan, y es un ejemplo entre mil, a Manu Chao le prohibieron tocar en varias ciudades españolas porque con él cantaba Fermin Muguruza. Los buenos no siempre fueron buenos.
Xabi Larrañga, en Grupo Noticias