miércoles, 19 de abril de 2017

REFÓRMESE USTED, MADAME LAGARDE

La directora del Fondo Monetario Internacional, ese organismo tan sensible a las penurias del populacho, demanda al Gobierno de Rajoy otra reforma laboral. Y es que a Christine Lagarde, condenada por negligencia en el manejo de fondos públicos por el pago de una indemnización al multimillonario Tapie cifrada en nada menos que 400 millones de euros de doblón, le preocupa severamente sin embargo la dualidad del mercado laboral español. Pero no por la suma fragilidad de los trabajadores temporales, sino para homologar la contratación indefinida con ese subempleo. Siempre en aras a una recuperación económica en beneficio perpetuo de las mismas élites que por ejemplo sustentan las pingües canonjías de las que ella disfruta. Naturalmente, una burócrata tan ducha en la manipulación estadística persevera en la aberración consistente en ocultar los datos que contravienen sus tesis, para empezar, que la última reforma laboral del PP ha supuesto en cinco años la pérdida del 3,4% de las horas trabajadas, el mismo guarismo que el de la Unión Europea pero en este caso a la inversa, en crecimiento. El equivalente a 600.000 empleos a tiempo completo, pues en 2016 se trabajaron en el Estado español 22,4 millones de horas menos a la semana que en 2011. La devaluación del tajo también resulta galopante en el último lustro, hasta el extremo de que por cada hora perdida de empleo temporal se han extraviado 304 estables y los asalariados eventuales se han disparado un 14,2% mientras que los contratados a tiempo completo han menguado un 3,6%. Tan dantesca radiografía se completa con una caída de la remuneración de los asalariados españoles en 12.300 millones de euros (2,3%), con un trasvase de rentas del trabajo al capital de 14.000 millones, el quinto mayor de la Zona Euro tras los de Grecia, Irlanda, Malta y Portugal. El arraigo del precariado laboral, el incremento de la brecha social, el estrangulamiento de los servicios públicos por la merma de cotizaciones, la reedición de una ineficiente economía de servicios y para la construcción, más la fuga de jóvenes formados en sectores de alto valor añadido constituyen un compendio catastrófico digno al menos del mutismo de la descarada Lagarde y de todos los apesebrados de su ralea. Dispensadores de recortes ajenos, nunca de los privilegios propios, sujetos de una reforma, ésta sí demasiado pendiente y urgente.
Víctor Goñi, en Diario de Noticias