“La guerra femenina tiene sus propias palabras. En esta guerra no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana”, dijo la Premio Nobel Svetlana Alexievich el año pasado en una entrevista en la que hablaba de su libro La guerra no tiene rostro de mujer. Uno de los personajes reales de esta obra, una artillera antiaérea rusa, inspiró el segundo largometraje del jovencísimo cineasta Kantemir Balagov (28 años), Una gran mujer (Beanpole), impresionante retrato del destino de las mujeres en las guerras.
Casi un millón de mujeres combatió en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Entre las supervivientes, algunas regresaron a su casa, a Leningrado, muy poco después de que la ciudad viviera sus infernales 872 días de asedio, uno de los más crueles de la historia. La película de Balagov es la historia de dos de estas mujeres, emocionalmente en ruinas, paralizadas psicológicamente, obligadas a encontrar algún sentido a la vida después de contagiarse de muerte y forzadas a aprender a vivir de nuevo. La devastación de la guerra sin una sola secuencia de batallas.
Begoña Piña, en Público