Hoy ha muerto el expolicía Billy el Niño. Se lo ha llevado el coronavirus, al igual que a muchos miles de personas decentes. Sin ser juzgado por sus criminales actos, por los que alguna mirada indiscreta ha sido todo lo que ha tenido que aguantar, y cobrando hasta sus últimos días una pensión vitalicia por su hoja de servicios al servicio del franquismo. Lo que no suscitaba la desaprobación de todos, porque algunos, como Augusto Ussia, ya se han apresurado a defenderle. “Cumplió con su deber, los otros no eran hermanos de la caridad” en referencia a los cientos de sindicalistas y luchadores antifranquistas que pasaron por sus manos.
En Zaragoza vive apaciblemente Jesús Muñecas, capitán que fue de la Guardia Civil, cuya extradición fue reclamada junto a la de Billy el Niño por la jueza argentina Servini. Inútilmente esperan sus víctimas y la asociación Goldatu que la Justicia española investigue sus actuaciones.
La tortura y los malos tratos en las comisarías sobrevivieron al franquismo,. Todavía en 2012 el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a España por no investigar las graves denuncias formuladas por el director de Egunkaria. En cualquier caso, resulta extremadamente difícil identificar a sus autores materiales.
Pero retrotrayéndonos a los tiempos de Manzanas, Billy el Niño o Muñecas hubo otros torturadores a los que confiados por la impunidad de la dictadura no les importó adquirir relevancia pública, aunque solo fuese en el ámbito del antifranquismo militante. Los que habían servido en Euskal Herria se alejaron oportunamente. Tampoco resulta nada sencillo saber qué fue de ellos, si los siniestros López o Losada de la comandancia 551 de la Guardia Civil en Donostia, y otros, viven y en qué lugar. Inútil buscar en Google, todas las referencias sobre estos temas se dirigen casi exclusivamente a la actividad de ETA y a sus "falsas denuncias". La autoamnistía que se concedieron los franquistas dejó borrado todo lo anterior.
Praxku
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